TEMPUS FUGIT

Igual que nuestros antepasados se reunían y contaban historias, avatares cotidianos, "sucedidos", les llamaban... o aquellas cuestiones que les interesaban, me apetece utilizar este soporte contemporáneo, para hacer más o menos lo mismo. Y es que en el fondo muchas de las ansias de los seres humanos siguen siendo las mismas: amar, comunicar, tener cubiertas sus necesidades básicas... Y en medio de todo eso, el eterno dilema entre Ética y Estética para conseguir seguir adelante... para VIVIR.

domingo, 24 de julio de 2016

EL ESPERPENTO

El cambista y su mujer de Marinus van Reymerswale


MEDITACIÓN EN EL UMBRAL

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame
Safoni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
                                                        Rosario Castellanos

La mujer que escribe no deja de sorprenderse. Le encanta la convivencia de tú a tú con el sexo puesto, por lo que tiende a rechazar ese prurito que de vez en cuando se le escapa a algún homo sapiens poco evolucionado de esos que todavía pueblan nuestro entorno. El rebote la lleva a pensar si todavía, el susodicho, no forma parte, de ese eslabón perdido sobre el que tanto se investiga.
Han pasado algunos días y todavía anda mosqueada. Paso a centrar el hecho. 

Unas cuantas parejas se encuentran en un velador del centro de la ciudad. La que suscribe, se encuentra muy bien situada entre un chico joven que está junto a su novia y su propia pareja. En el otro lado del velador, casualmente ha coincidido la parte femenina del grupo. El imbécil, se dirige a mí y me indica que debo situarme con ellas para hablar de “trapitos”. Hago como que no he oído nada. Insiste, y a la tercera vez me coloca una silla y prácticamente me obliga a levantarme y situarme entre ellas. Lo hago, sobre todo para no montar un escándalo de muy señor mío y porque no tengo nada contra ellas, son viejas conocidas.




No termina allí la fiesta. Amenaza tormenta, nos dispersamos. Camino por delante, hablando con alguien. Una amiga comenta que he vuelto a adelgazar y le contesto que no, que al contrario, que mi trasero se ha ensanchado por estar más tiempo sentada. El sujeto aprovecha y suelta una grosería sobre mi culo. De nuevo me reprimo. A dios pongo por testigo de que es la última vez (ya que por supuesto no es la primera).
La próxima, que la habrá, se le van a caer los palos del sombrajo. Lo dejaré con la boca cerrada durante una buena temporada. Cuando nadie te saca las castañas del fuego, te acostumbras a ser tú misma la que tiene que poner al personal en su sitio.
Todo esto forma parte de ese machismo asquerosamente larvado con el que tenemos que lidiar cada día. Una forma de ver la vida, que a la vista de la nula reacción por parte de los demás, se acepta de facto. No sé si me duele más su actitud, o el silencio cómplice y grosero del resto.


Adán y Eva de Lucas Cranach el Viejo


Insisto. Mi rebote no tiene límite. Yo, que me siento compañera y amiga de los hombres, me indigno ante la postura de estos pobres desgraciados que todavía no han conseguido entender el mundo en el que viven. De todos modos, así les va.



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