Lunes, 13 de enero de 2025
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
Veo
la fecha en el calendario y casi no me lo puedo creer.
¡Un
mes desde que me propuse desempolvar el blog! Está claro, el tiempo además de
ser relativo, se me escapa de las manos como si de agua cristalina se tratase. Cuando
yo era cría, solía escuchar a los mayores que me rodeaban, eso de que “el
tiempo vuela” y ¡qué cosas! entonces yo no acababa de entenderlo. Pero no hay
nada como cumplir años (décadas en mi caso), para que la experiencia te ayude a
ver las cosas de modo diferente. Y doy fe, en lo que al tiempo se refiere, de
que éste, es un sicario implacable.
Con
los años he aprendido el valor de la palabra y por ende que saber escuchar a
quienes me rodean en cada circunstancia, es imprescindible para poder mantener
unas relaciones humanas sólidas. Cuando por casualidad conecto algún debate en
TV, observo a menudo, como los ahora llamados “tertulianos” parecen estar tan
ocupados esperando su turno para hablar o interrumpiendo a quien lo hace, que rara
vez dedican tiempo e interés a escuchar a los demás, lo que me parece una falta
de consideración total. La escucha induce a prestar atención plena a las
palabras de los demás de tal modo que se fomenta una comunicación real, se
llega a generar empatía, e incluso es posible llegar a establecer cierta
comprensión mutua por alejados que estén los puntos de partida.
Y
acá me encuentro yo, como una elefanta en una cacharrería, porque esas
discusiones, a menudo llegan a convertirse en auténticos altercados, en los que
incluso de la réplica se pasa a disputas más que acaloradas con expresiones estridentes.
Y yo, voy y no lo soporto.
Porque
resulta, que una, cada vez ama más el silencio, esa palabra que para mí se ha
convertido en algo prodigioso, y que a ojos de algunas personas me hace parecer
una mujer extraña. ¿Qué por qué? Pues porque huyo de las concurrencias que
convulsivamente avanzan hacia bares, calles, y establecimientos de compras,
muchos de ellos en una búsqueda a ciegas de solucionar sus problemas. Que no
digo yo que sea el caso de todos, porque las necesidades existen, pero también parece
que buena parte de las masas, se lanza a llenar vacíos a costa de lo que sea.
No
es que pretenda vivir enclaustrada, no, nada más lejos de mi voluntad. Disfruto
de la compañía y de la conversación con mis amigos, incluso de algunos
paréntesis durante nuestros diálogos, si estos surgen, ya que suelen estar
cargados de significado. Además amo los paseos en la naturaleza, sola o en
compañía.
Pero
vivo en un mundo en el que me siento presionada por el sonido de los móviles, el
de unas músicas que generalmente no me dejan hablar si pretendo quedar con
alguien a tomar algo y compartir conversación, y un con un ruido ambiental de
coches, motos y gamberros con ventanillas bajadas y el zumba-zumba a todo trapo
que me irritan. Eso sin recordar los alardes de testosterona que algunos hacen,
trucando los tubos de escape de sus motos o quemando las ruedas de sus coches
en frívolos derrapes…
¿Nadie
echa en falta momentos de silencio para recuperar la paz interior y reconectar uno
mismo? ¿De verdad soy tan rara? En un mundo lleno de estrés y ansiedad, a tenor
de equivocarme, me atrevo a escribir que no se trata sólo de acallar el ruido,
sino que son necesarios tiempos de calma y paz interior para poder intentar alejarnos
un poco de tantas dispersiones y poder avanzar en la reflexión y el autoconocimiento.
Me parece básico para mantener sanas nuestra salud mental y emocional.
En fin, como casi siempre, les dejo con algunos cuadros y poemas que me ayudan a apelar a la serenidad y al silencio, o a los silencios, como ustedes prefieran, y que a mí me resultan tan reveladores…
de la página escrita.
La palabra,
labrada estalactita,
grabada columna,
una a una letra a letra.
El eco se congela
en la página pétrea.
Ánima,
blanca como la página,
se levanta la palabra.
Anda
sobre un hilo tendido
del silencio al grito,
sobre el filo
del decir estricto.
El oído: nido
o laberinto del sonido.
Lo que dice no dice
lo que dice: ¿cómo se dice
lo que no dice?
di
tal vez es bestial la vestal.
Un grito
en un cráter extinto:
en otra galaxia
¿cómo se dice ataraxia?
lo que se dice se dice
al derecho y al revés.
Lamenta la mente
de menta demente:
cementerio es sementero,
simiente no miente.
Laberinto del oído,
lo que dices se desdice
del silencio al grito
desoído.
Inocencia y no ciencia:
para hablar aprende a callar.
"La palabra dicha" Octavio Paz
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