He dedicado una buena parte de mi
vida al quehacer político. Asumo con serenidad lo hecho, jamás entré, ni
permanecí en la política para lucrarme, lo cual no me libra, supongo, de haber
metido la pata en más de una ocasión.
Sin embargo, cuando echo la vista
atrás, me quedo perpleja al comparar lo vivido con el panorama político que
presenta la España actual. Entiendo que yo tampoco soy la misma, es más, soy
consciente de que estoy iniciando esa etapa irresoluta, que conduce a la vejez.
Este hecho, que de entrada puede asustar un poco, tiene, si se saben utilizar,
algunos, más bien pocos, beneficios. Una, ha perdido ya definitivamente la
inocencia, por lo que a poco que aproveche la experiencia adquirida y
reflexione sobre lo andado, es mucho más difícil que la engañen. Y no digo que
esto no ocurra, y mucho menos, que no lo intenten, sobre todo, observando todo lo que
nos rodea, ya sea en lo cercano o con una perspectiva más global, según lo que la mirada quiera abarcar en cada momento.
Por eso no hay que bajar la guardia.
Pero hay tres temas, que personalmente, y por tanto de forma completamente subjetiva, me parecen muy preocupantes en este momento en la política española, y que son:
En primer lugar, la elevada cota de desinformación, a la que se pretende llevar al
ciudadano, en segundo lugar el bajísimo nivel político e intelectual de la
clase política, y en tercer lugar el grado de corrupción que hemos alcanzado.
Vayamos por partes. Los últimos
comicios a nivel estatal, han dado unos resultados bastante previsibles. Y no
lo digo por lo que esos modernos oráculos a los que llamamos encuestas, fuesen ya avanzando, sino por lo que se podía deducir cuando el tema salía a relucir en
las conversaciones de cualquier ambiente.
Debo aclarar, que si llamo a las encuestas oráculos, no es porque desconfíe del método estadístico, sino porque,
me hace gracia que cada cual encargue la suya, y lance los resultados en
función de tiempos e intereses, pero sobre todo, porque votantes y
comentaristas de los que más tarde versaremos, sean quienes finjan creer a pie
juntillas a los institutos encargados de hacerlas y sus conclusiones, como si del mismísimo
oráculo de Delfos se tratase. Es una treta más de los partidos políticos, de su
estrategia, no nos engañemos, y el personal pica, como los gorriones acuden a las migas que se sacuden de un mantel. Esta cota de desinformación, a la que se pretende llevar al
ciudadano sigue varios cauces, destacaré dos. El primero es el oscurantismo en el que se
mueven los partidos, y el segundo, esos sainetes a los que osan llamar,
tertulias, debates o de cualquier otro modo, en los que una cuadrilla de
señores y señoras, unas veces amparados bajo el título de cualquier Facultad y
otras invitados, como diría Luis Eduardo Aute, casi, porque: “ …pasaba por allí…” se reúnen para lanzarse de unos a otros las ideas más peregrinas y estrambóticas que uno
pudiese llegar a imaginar. De la noche a la mañana, una puede verlos
convertidos en auténticos especialistas en cirugía, si por un mal fario, algún
famoso torero ha sufrido una cogida grave, o lo mismo en Derecho Canónico, si un personaje reconocido tiene un asunto pendiente con el Tribunal de la Rota Romana. A los pocos minutos, superan al
mejor bróker, de tal forma, que hasta tus ahorrillos de toda la vida, una, sería capaz de depositarlos en sus manos. Solo que como la guita es la guita, no lo
haces.
Pero el problema surge cuando
estos mismos se lanzan al terreno de la política. Todos suelen aludir a fuentes bien
informadas, "de primera mano". Ninguno escucha habitualmente, más allá de la
primera frase de lo que dicen los demás, porque inmediatamente, su cerebro
comienza a elaborar un discurso personal de descalificación de la misma. No son
extraños los insultos, ni que los supuestos moderadores se vean totalmente
incapaces de cumplir con su papel. Absolutamente lamentable. Carecen de la mínina imparcialidad, lo cual no es ningún drama, si consideramos que el homus
apoliticus no existe, que ya lo decía Bertold Bercht, en una de sus frases más
conocidas:
Para los que se dicen apolíticos:
"El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e
hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil que de su
ignorancia política, nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el
peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de esas empresas
nacionales y multinacionales"
La cuestión está, en que pretenden vendernos lo contrario, como si entre seres angélicos, por encima del bien y del mal nos encontrásemos. Y mientras tanto, en cada partido, siempre hay alguien frotándose las manos. Bien, esto va bien, mientras no lleguen al fondo… Y aunque llegasen, porque las espaldas de un modo u otro las tienen bien cubiertas.
De lo que los políticos no parecen darse
cuenta (y nada es peor que el autoengaño) es de que ellos son los primeros que caminan hacia la roca tarpeya.
Los ciudadanos estamos cansados. Y el cansancio se muestra de diferentes formas, dependiendo de las ideologías y las situaciones personales. El
resultado electoral, demuestra, más allá del deseo de acabar con el
bipartidismo, que en realidad no sabemos lo que queremos, que no tenemos claro de entre lo que se los nos oferta, quienes deseamos que sean los árbitros del destino político del país los próximos cuatro
años. Veremos como acaba la cosa. No pinta muy bien, cuando muchos decidieron su voto optando por lo menos malo...
Pero lo que todavía me parece más
grave, es, como escribía al comienzo de esta reflexión, el bajísimo nivel político e
intelectual de la clase política. La cultura no la dan los títulos
universitarios, ni el estar situado en un alto puesto de una empresa o de la
universidad, o del sistema burocrárico o en el consejo de administración de un banco. La Cultura es otra cosa, y sus carencias se ponen de manifiesto,
cuando intervienen oralmente nuestros políticos. A menudo les falta lenguaje,
carecen de dotes mínimas para la oratoria, no tienen referentes en el mundo de
la política que les ha precedido, ni en la filosofía, ni tan siquiera en la
literatura. Y por lo visto quienes les rodean, tampoco parecen estar de lo más atinados…
Excepciones las hay, no voy a negarlo, porque sería terriblemente injusta, pero
en general, dejan mucho que desear.
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Placa de una plaza en honor a la Constitución de 1812 |
Y esto enlaza con el dramático tema de la corrupción. Más allá de todos los casos que están en los tribunales, que vergonzosos y lamentables resultan por si mismos, existe un trasfondo político que nos atañe a todos.
¿Cómo es posible que se vote a personas implicadas o
sencillamente supuestamente implicadas? Se me dirá que porque van incluidas en
las listas electorales que presentan los Partidos Políticos, y que éstas son cerradas. Pero entonces… ¿Cómo, porqué, somos capaces de votarles? Todo aquel que les vota, se convierte en cómplice de
facto.
La corrupción está tan inmersa en la política y en la economía española como el hojaldre en un milhojas de nata. Ya sé que no es nada nuevo, pero también sé que este fenómeno es como las termitas, y que nos quedamos tan campantes pensando que se reduce a los políticos y al mundo de las finanzas, pero la cruda realidad, es que está tan extendido como la mancha de petróleo del aquel maldito Prestige. Huelga recordar, todas las nefastas consecuencias que se derivaron de ese terrible desastre.
Pero además, los Partidos
envejecen, si una echa la mirada atrás, partiendo de nuestra historia podrá elaborar
un largo listado de los Partidos Políticos que han existido y desaparecido. Nada ni nadie es
para siempre.
Algún día al PP, se le acabarán de morir todos esos votantes
rancios, “de toda la vida”, y alguien meterá mano y de una vez y para siempre, y habrá que acabar con quienes manipulan los votos en asilos, residencias etc…,
que por cierto, no se crean que lo hacen solo ellos, lo hace siempre todo el que
puede.
El PSOE, sigue teniéndolo muy
crudo. Todavía viven el engaño de los Cien Años de Honradez… peor para ellos.
El partido socialista o socialdemócrata, o como ustedes prefieran y obrero
(!!!!!!!!!!!), no puede permitirse la deshonra de tener esa esa burda
imitación de un club inglés, que es lo que constituyen sus llamados “barones”.
Pero, ¿de qué van…? Y tendrá que pasar mucho, mucho tiempo, para que la gente
olvide aquel presidente Zapatero, que llevo a cabo la misma política socio-económica que la
derecha y que encima engaño a su pueblo diciendo que no, que no había crisis…
No aludo a ningún partido más, porque estos dos han constituido hasta la fecha una especie, de pilar absolutamente basáltico, si basáltico, pétreo, más allá de lo básico. Han sido cuasi omnipresentes, sin ellos parecía que no podíamos mantener nuestra democracia, han protagonizado la etapa del famoso
bipartidismo. De igual modo, en otros momentos existió el turnismo, que curiosamente,
también coincidió con el período de la Restauración borbónica y también se fue al
garete.
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Tamara de Lempikca Mujer leyendo |
En fin, no debo alargarme, solo
pretendo llamar a la reflexión. Hemos de ser ciudadanos no sólo exigentes en los derechos sino muy conscientes y responsables de nuestros deberes. La política no puede descansar únicamente en los partidos, porque entonces somos nosotros mismos, quienes estamos construyendo una casta política de la que luego nos lamentamos. Además, necesitamos políticos con verdadera vocación
política, con sentido común, con amor y capacidad de servicio a la sociedad
civil y con la vista menos puesta en el pecunio y más en la solución de los
problemas a corto, medio y largo plazo.
Nota: Continuara, no sé cuando, pero continuará...
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