TEMPUS FUGIT

Igual que nuestros antepasados se reunían y contaban historias, avatares cotidianos, "sucedidos", les llamaban... o aquellas cuestiones que les interesaban, me apetece utilizar este soporte contemporáneo, para hacer más o menos lo mismo. Y es que en el fondo muchas de las ansias de los seres humanos siguen siendo las mismas: amar, comunicar, tener cubiertas sus necesidades básicas... Y en medio de todo eso, el eterno dilema entre Ética y Estética para conseguir seguir adelante... para VIVIR.

jueves, 28 de enero de 2016

SOLEDADES NECESARIAS





Ya lo canto el gran Lope de Vega en "A mis soledades voy":

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.


La soledad es, como tantas otras cosas en la vida, un arma de doble filo. Conviene pues, aprender a convivir con ella como amiga, como apartamiento, como retiro, que no como incomunicación, pues si se llega a este extremo, puede arrastrarnos a un estado tal de melancolía, retraimiento y tristeza que ella misma se torna en un  engendro difícil de controlar. El gran Goya, supo describirlo perfectamente en el conocido grabado “El sueño de la razón produce monstruos”.


La soledad deseada, por el contrario, es un preciado regalo que es necesario saber administrar, porque nos ofrece la oportunidad de aprender a estar con nosotros mismos, a conocernos. Sin embargo, para que la soledad pueda resultar fructífera tiene que ser, como escribía anteriormente, necesaria y libremente escogida. De lo contrario, puede llegar a convertirse en la peor de las condenas.
Millones de personas sufren una soledad obligada a la que las condiciones de su entorno social, o sencillamente la miseria del mundo en el que viven las tiene atrapadas. Pero también hay otras, que viven una soledad a las que su egoísmo las ha ido conduciendo poco a poco, gentes, que han dejado crecer su Yo, tan desmesuradamente, que llegados a un punto, se ven incapaces de soportar la compañía del resto de los mortales.
Pero yo desearía tratar aquí sobre las bondades de la soledad deseada. Es ésta, una auténtica escuela de sabiduría. Recuerdo haber visto con auténtico deleite una película que me fascinó, se trata de “El gran silencio” de Philip Groning, retrata la vida diaria de uos monjes cartujos. Dos horas de duración sin un solo diálogo. En 1984, Groning, comenzó a trabajar la idea de hacer la película, pero sólo obtuvo el permiso en 2003. La condición que le impusieron en la Grande Charteuse, situada en los Alpes franceses, en la que se rodó, fue la de no utilizar luz artificial ni añadir ninguna música que no fuese la que surgía de forma natural en el lugar. Para rodarla estuvo viviendo  cuatro meses en la propia Cartuja.
No pretendo llevar al extremo del retiro cartujano el tema de la soledad para ensalzar sus virtudes, pero sí hacer algunas reflexiones acerca de sus bondades. 
Dice el refranero español, que más vale sólo que mal acompañado, y dice bien. A menudo, nos vemos forzados a tener que mantener relaciones en el mundo laboral, o en el entorno social en el que nos movemos, que no son las que libremente elegiríamos. Pero tampoco podemos convertirnos en seres asociales, así pues, conviene, sobrellevar estas relaciones de la forma más prudente posible, y considerar en cualquier caso, que nosotros toleramos en la misma medida en la que los demás lo hacen con nosotros. Pero luego, el refugio de un tiempo de soledad, puede servir para recuperar el equilibrio, descargar tensiones y dejar que nuestro péndulo interno, regrese a su lugar.
Es en estos y en otros casos, es cuando la soledad ayuda a la reflexión, al sosiego, a mantener un sereno diálogo con uno mismo, de allí que pueda llegar a constituirse en verdadera escuela de sabiduría.
Otra de las cualidades de la soledad, es la de que contribuye, o mejor, creo que se constituye en necesaria para el equilibrio personal. Vivimos en mundo extraordinariamente acelerado. La sociedad actual impone un valor tan economicista al tiempo, que apenas concede a éste la condición de servirnos para poder vivir en plenitud. De allí que muchas personas, sientan el desasosiego de sentirse desubicadas, carentes de sentido, necesitan tiempo, su tiempo. Cada fruta tiene una fase de maduración. Las personas también. Por eso,  muchas de ellas echan en falta los plazos necesarios para llevar a cabo estos procesos. Y esto no tiene nada que ver con la edad. Todos necesitamos los tiempos ineludibles para desarrollar nuestros procesos vitales. Hasta en el libro del Eclesiastés, en la Biblia, al comienzo del capítulo tercero nos lo recuerda:

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar;
Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
Tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
Tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.

 Es necesario recordar que la virtud de la soledad, no requiere del encierro. A veces puede ser éste un requisito, pero otras muchas veces, un buen paseo, nos lleva a lo que la gran María Zambrano llamó "Claros del bosque"

"Y luego hay que seguir de claro en claro, de centro en centro, sin que ninguno de ellos pierda ni desdiga nada"...

"Y la visión lejana del centro apenas visible, y la visión que los claros del bosque ofrecen, parecen prometer, más que una visión nueva, un medio de visibilidad donde la imagen sea real y el pensamiento y el sentir se identifiquen sin que sea a costa de que se pierdan el uno y el otro o de que se anulen.

Una visibilidad nueva, lugar de conocimiento y de vida sin distinción, parece que sea el imán que haya conducido todo ese recorrer análogamente a un método de pensamiento"

Pero además, la soledad es una buena escuela para la vejez. Aprender a estar solo, sola, ejercitarse en no depender de la necesidad de tener demasiada gente a nuestro alrededor. Saber leer, y sobre todo escuchar, ya sea música como al resto de las personas . Y saber también soportar el silencio. Ese silencio que es el preludio del definitivo.  
Don Miguel de Unamuno, en “La Agonía del Cristianismo” escribió una frase que en su momento me sobrecogió y que todavía sigue haciéndolo cada vez que lo releo:

“Porque los hombres vivimos juntos, pero cada uno se muere solo, y la muerte es la suprema soledad”.

     Animo pues, a aprender a estar en soledad, con sosiego, sin aspavientos, poco a poco, de la misma forma que uno va tomándole gusto al sabor de una comida diferente. Sin llamar la atención. Sin alharacas, y sin soltar amarras, que tan importante es saber estar con uno mismo, como mantener las relaciones con ese puñado de seres que son, los pocos, íntimos, pero insustituibles y sobre todo vitálmente indispensables, a los que llamamos AMIGOS.







  

No hay comentarios:

Publicar un comentario