TEMPUS FUGIT

Igual que nuestros antepasados se reunían y contaban historias, avatares cotidianos, "sucedidos", les llamaban... o aquellas cuestiones que les interesaban, me apetece utilizar este soporte contemporáneo, para hacer más o menos lo mismo. Y es que en el fondo muchas de las ansias de los seres humanos siguen siendo las mismas: amar, comunicar, tener cubiertas sus necesidades básicas... Y en medio de todo eso, el eterno dilema entre Ética y Estética para conseguir seguir adelante... para VIVIR.

lunes, 24 de octubre de 2016

FILANTROPÍA Y ERRORES DE WHATSAPP: IRENA SENDLER

 Irena Sendler a los 95 años

“LA GENTE SE DIVIDE ENTRE BUENOS Y MALOS 
SÓLO POR SUS ACTOS,
NO POR SUS POSESIONES MATERIALES”
                                                                                            Irena Sendler

      El domingo pasado, me enviaron un whatsapp, que comenzaba dándome la noticia del reciente fallecimiento de Irena Slender, a continuación, y tras varias disquisiciones, reclamaba para ella el Premio Nobel de la Paz.
Ni que decir tiene, que me quedé a bolos… conocía su historia y el despiste del mensaje me dejo traspuesta. Por eso, pensé en escribir estas líneas recordando la gran peripecia vital de su protagonista.
En 1999, un grupo de estudiantes de Kansas que trabajaban el tema del Holocausto judío, se encontró con el nombre de una mujer polaca: Irena Sendler y junto a él, un dato impresionante: ella, había salvado ni más ni menos que a 2500 niños en el gueto de Warsovia, mientras éste estuvo ocupado por los nazis. La noticia, saltó a los medios de comunicación como una chispa, sobre todo cuando descubrieron que todavía vivía.


Fotografía de sus padres.

      Irena Sendlerowa, que es como en realidad se apellidaba pesar de que la conocemos como Irena Sendler, nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, (Polonia), a unos 26 kms. de Warsovia, y pertenecía a una familia católica. Sus padres, Stanisław Krzyżanowski y de Janina Krsyżanowwska, le inculcaron desde muy pequeña, los valores de la solidaridad, el amor y respeto a los demás. Su padre era médico, pero murió en febrero de 1917, cuando ella tenía siete años, porque fue contagiado por sus pacientes (muchos de ellos judíos) del tifus, enfermedad, a los que muchos de sus colegas no quisieron atender por miedo a infectarse. A raíz de esto, los líderes de la comunidad judía ofrecieron a Janina, ayuda para pagar la educación de su hija. Irena, estudió filología polaca, y se hizo también Trabajadora Social.


Irena en 1942.

En 1931 se casó con Mieczyslaw Sendler, un amigo de la Universidad pero el matrimonio duró poco. Aquí, al intentar rehacer su vida, encuentro datos que se contradicen. Para algunos biógrafos, Mieczyslaw murió en los primeros años de la guerra, aunque ella llevó su apellido toda la vida. Para otros, sencillamente el matrimonio no funcionó y se divorciaron en 1947. Tal es así, que años más tarde, volverían a reunirse. Pero no es bueno adelantarse a la historia.
Comenzó a trabajar en el Centro Social de la Madre y el Niño, y más tarde en los servicios sociales del Ayuntamiento de Warsovia, al mismo tiempo que se unía al Partido Socialista Polaco.


Fotografía de 1944.

En 1939, cuando la Alemania nazi invadió Polonia, Irena, trabajaba en el Departamento de Bienestar Social de Warsovia y se dejaba la piel en los comedores comunitarios de la ciudad. Tenía entonces tenía 29 años y trabajaba como enfermera. Comenzó entonces, con un grupo de compañeros a conseguir pases a los judíos, para que éstos pudieran salir del Guetho y trataban de ayudarles sanitariamente, dado que se les permitía ir cada día como enfermeras. Un año después, la situación se complicó todavía más, con la creación del gueto de Warsovia. A pesar de que Irena era católica, al igual que su padre, siempre tuvo muy clara la necesidad de ayudar a los judíos, a pesar del peligro que aquello podía conllevar para su propia vida. Fue entonces, cuando ella con 32 años, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, conocido como Zegota, como miembro del cuerpo sanitario para encargarse de paliar los casos de enfermedades contagiosas. Ante la amenaza de una epidemia de tifus, los nazis fueron permisivos con las personas que entraban en el gueto para intentar frenar la enfermedad. Se trataba de trataba de salvar vidas judías.


Niños judíos en las calles del guetho de Warsovia.















Niños judíos ocultos en el lado ario, Lublin, Polonia.










Niñas judías escondidas con los huérfanos polacos en un convento,1944.






























      Cuando comenzó la deportación en 1942, Sendler decidió salvar a los niños. Además de ayudar a otras enfermeras no judías a introducirse en el gueto, Irena se dio cuenta enseguida de que aquel espacio controlado y vigilado sólo podía ofrecer un futuro oscuro para sus habitantes. Así que decidió buscar la manera de sacar del gueto al menos a los más pequeños. Según sus palabras: “ellos debían ser la semilla de un nuevo pueblo judío, los nazis no iban a poder exterminarlos a todos”. En Zegota, Sendler dirigió la sección de los niños. Su nombre en clave era Jolanta. Ella y sus ayudantes iban a cada familia y les proponían sacar a sus hijos el Guetho. “Les prometíamos sacar a sus niños de allí e intentar que siguieran vivos hasta después de la guerra, pero no podíamos darles garantías”. Hubo escenas desgarradoras en las que los padres debían arrancarles los hijos de los brazos a las madres y muchas veces éstas les volvían a buscar. Años más tarde narraría, que muchos niños no pudieron ser llevados porque madre y abuela se aferraban a ellos y que cuando volvía al día siguiente, los cuartos ya estaban vacíos, porque la familia había sido deportada por la Gestapo. Los 2500 niños salvados, fueron sacados del Guetho escondidos en las ambulancias que trasladaban a los más graves a los hospitales de fuera del espacio controlado. Pero pronto tuvo que buscar otros métodos para hacerlo. Desde colocarlos dentro de bolsas de basura hasta en ataúdes, cualquier idea era bienvenida o por túneles en los edificios lindantes con el Guetho. Ella contaba que primero llevaba a los niños una “estación” de urgencia, y luego se les trataba de “polonizar” para que se confundieran con los niños polacos. Sacaban a los niños escondidos: Como muertos víctimas de tifus, en sacos, en cajas de herramientas, en ataúdes, en cestos de basura... Consiguió darles, gracias a sus contactos, una nueva identidad y les buscó familias polacas, monasterios u orfanatos donde esconderles. Por seguridad debían ser transportados constantemente de un lado a otro, años más tarde, recordaría a un niño que lloraba porque “llevaba ya con ésta, su tercera mamá”.



Irena Sendler (en medio) con su amiga Irena Shultz (a la izq.).































Irena con uniforme de enfermera.




















        Sendler anotó los nombres de los niños para que pudieran reencontrarse con sus padres al terminar la guerra. Los escribió en papel de cigarrillos y los colocó en botellas, que enterró en el jardín, pero su esperanza de que los niños se reencontraran con sus padres fue vana, ya que en 1945 estaban casi todos muertos en Treblinka.
El 20 de septiembre de 1943 fue arrestada por 11 soldados que destruyeron todo su mobiliario buscando las listas de los niños, al no encontrarlas, a ella se la llevaron con los SS. Fue torturada Le rompieron las piernas y los pies, y padeció las secuelas de estas torturas toda su vida. Alguien la denunció, pero ella nunca delató, jamás dio ningún nombre. Luego la internaron presa y fue condenada a muerte pero las gentes del Zegota la rescataron sacándola de la prisión desmayada y escondida en un auto de un SS al que acuchillaron. Al día siguiente leyó su propia ejecución en los periódicos. Tuvo que cambiar de identidad, y dejar a su madre moribunda, no pudiendo ir ni siquiera fue a su entierro, porque la Gestapo, que no la creía muerta la seguía buscando.

Cuando le preguntaban contestaba con estas palabras:
 “La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón sin mirar su religión o su nacionalidad".

Elzbieta Ficowska fue uno de los casos más conocidos. En 1942, era solamente un bebé de escasos meses le fue administraron un narcótico y la colocaron en una caja con agujeros que escondieron en un cargamento de ladrillos. Sus padres murieron en el gueto y la pequeña Elzbieta fue criada por Stanislawa Bussoldowa, una amiga de Irena. Una cuchara de plata con la fecha de su nacimiento y su apodo, Elzunia, grabados fueron los elementos que permitieron que Elzbieta no perdiese sus raíces. Porque Irena siempre tuvo muy claro que los niños a los que iba salvando no perdieran nunca sus orígenes y su verdadera identidad. 



La cuchara de Elzbieta. 

      Al terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa, Irena volvió a por los documentos enterrados y se los facilitó al Dr. Adolf Berman, el primer presidente del comité para la salvación de los judíos supervivientes.


Éste es el brazo de Irena con la imagen se hizo tatuar.

        Entonces se casó de nuevo, en 1947 con Stefan Zgrzebski del que se divorció en 1959 y que falleció en los años 60 Stefan por problemas cardíacos. Tuvieron tres hijos; Janka, Andrzej (que murió en la infancia) y Adam (quien también pereció de un paro cardíaco en 1999). Además, siguió teniendo problemas: tras los nazis, el comunismo se impuso en Polonia. Irena era militante socialista y sufría constantemente arrestos, interrogatorios y acoso por parte de la policía secreta comunista hasta el punto de que llegaron a provocarle el nacimiento prematuro de su hijo Andrzej quien murió dos semanas después de su nacimiento, sus otros dos hijos Janka y Adam sufrieron numerosos problemas, sobre todo en su etapa escolar.









Imágenes familiares




      Según bastantes biógrafos, tras su divorcio volvió a volvió a casarse con su primer marido, Mieczysław Sendler, aunque tampoco ésta vez las cosa tampoco debió funcionar muy bien y de nuevo se separaron.
Después de un duro y largo anonimato, cuando su historia apareció en los medios de comunicación, fueron muchos los hombres y mujeres que reconocieron en el rostro de aquella mujer, a la enfermera que los había salvado durante la ocupación nazi Warsovia.


        Irena  en su madurez.
En 1965 la organización israelí Yad Vashem le concedió el título de Justa entre las Naciones y fue nombrada Hija Predilecta del Estado de Israel, y en el año 2003, Aleksander Kwaśniewski, el presidente de Polonia, le concedió el mérito más elevado de la República: la Orden del Águila Blanca.
En 2007, Irena Sendler fue propuesta por el gobierno polaco, como candidata a recibir el Premio Nobel de la Paz. Esta iniciativa contó con el apoyo del Estado de Israel mediante Ehud Olmert, el primer ministro hebreo por aquel entonces. Las autoridades de la localidad polacada de Oswiecim (Auschwitz) expresaron su acuerdo con esta candidatura, puesto que consideraban que Irena era una de las últimas heroínas con vida de su generación, que había demostrado una convicción, una fuerza y un valor extraordinarios frente a un mal de carácter extraordinario. El premio, sin embargo, le fue otorgado finalmente al político estadounidense Al Gore por su defensa del medio ambiente.


Irena, con sus  noventa y muchos años, y sonriendo.

Irena Sendler vivió en Warsovia durante el resto de su vida, recibió muchos más honores y condecoraciones. Si la admiro no es por sus reconocimientos, sino por saber reconocer lo que tenía que hacer en su momento y tener el valor de llevarlo a cabo. Ser valiente no supone no vislumbrar el miedo o el peligro, sino ser capaz de superarlo. Sobre todo cuando en ello, va la supervivencia de tantas vidas ajenas y te juegas la tuya. 
Falleció en Warsovia, el 12 de mayo de 2008 a los 98 años, le sobrevivió su hija Janka (Janina Zgrzembska). 


                                     El féretro de Irena en su funeral.












La tumba de Irena Sendler en el cementerio de Powazki, Varsovia,
con sus flores favoritas, Girasoles. Que por cierto fue profanada 
con graffitis en el año 2010.


































Esos actos fueron la justificación de mi existencia en la tierra,
y no un título para recibir la gloria.

Irena Sendler

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