Viejas cartas y hojas muertas de Claude Andrew Calthrop (1875)
"Quizá uno comienza a envejecer en el momento en que
empieza a dolerle la memoria". Rosa Montero
Me está resultando difícil de sobrellevar este invierno. Demasiados acontecimientos personales, pero sobre todo, una desmedida situación sociopolítica hacen que me encuentre un tanto desorientada. Sí, ya sé que confesar las debilidades propias no es bueno, que siempre están los lobos, esperando a despedazarte ante el menor de los quebrantos. ¡Que vacuidad, Dios mío!, que egos y que deseos de alzarse por encima de los demás tiene el personal. Nada más amargo, que la traición de la amistad. Y no es que pretenda al expresarme así demostrar ser un ser impoluto y mucho menos éticamente superior a quienes me rodean, no, no es eso. Pero hay circunstancias que una no termina de comprender y quizás por eso, tampoco me extraña el espectáculo que a nivel político estamos contemplando.
El
asunto de Cataluña, podría llegar a parecer surrealista, de no ser por toda la
enjundia que contiene. Es un conflicto antiguo, alimentado por unos y por otros
y en el que para colmo, historia y mito, se mezclan hasta la confusión. Pero
cuidado, porque cuando en una sociedad, el diálogo llega a ser sustituido por
la irracionalidad y la violencia, las consecuencias pueden ser muy peligrosas.
Además, confieso que el tema me tiene saturada hasta el hartazgo, porque mucho
me temo, que incluso está sirviendo para velar otros problemas, tan serios como ese o más, que España tiene.
Y
mientras tanto una, no sabe muy bien qué hacer. Los viejos anhelos de transformar el mundo, se ven demasiados días, sumidos en una especie de agotamiento transcendental
visto el horizonte que me confina.
Por
otra parte, la soledad, que conforme pasan los años, se va imponiendo como una
especie de asunción de ese exilio
interior al que te arrastra todo lo anterior, tampoco es fácil de llevar. Harta
de conversaciones vanas, de mentiras y de ese panen et circenses en el que el
poder mantiene a las gentes, poco queda por hacer. Una llega a pasmarse ante
esta feria de las vanidades en la que nos hemos instalado y en la que cualquier
petimetre, se jacta de ser un intelectual a la altura de los que antaño fueron los mejores representantes de generaciones que hoy nos sirven de
referentes.
Así
que una se refugia en unas pocas conversaciones con íntimos amigos y sobre todo
en la lectura y la música.
Como
me reconozco llena de carencias, releo escritores conocidos, aunque también
últimamente he descubierto autores que me resultan muy interesantes, autores
que por lo demás, serán para otros de sobra conocidos. Me han atraído sobre
todo, porque lejos de evadirme, hacen que analice algunos de sus párrafos en un
intento, a veces vano, de lograr comprender esto tan sencillo, pero
paradójicamente extraño que no es otro sino el propio peregrinaje vital.
Les
dejo pues con algunos de estos párrafos, la mayoría en prosa y algún poema.
Zenobia Camprubí (1887-1956), la mujer de Juan Ramón Jiménez, en sus Diarios, escribía en la entrada del viernes 24 de junio de 1938:
¿Por
qué será que los mejores momentos de nuestra vida vienen inesperadamente y aquellos
que planeamos con tanto cuidado y tan anticipadamente casi siempre son un
fracaso? Estas cosas las sentimos siempre en nuestro interior, sin que por
fuera se vea nada. Nada. Pero entonces, ¿cómo conocemos nuestras propias
desilusiones? J.R. subió y conmovido por las fotos, como yo pensé que estaría,
me dijo que no pude haber encontrado ninguna otra cosa que lo conmoviera tanto.
Pero yo lo había visto sola primero y él las vio solo después, y no hubo
camaradería ni gozoso intercambio sobre los detalles, porque antes de que llegara
el momento preciso él me había cerrado inconscientemente mi vía de acercamiento
a él"
Y de mi admirada María Zambrano, de la que no creo que haga falta comentar nada, he entresacado los siguientes:
“Lo
que diferencia a los géneros literarios es la necesidad de vida que les ha dado
origen. No se escribe, ciertamente, por necesidades literarias, sino por
necesidad que tiene la vida de expresarse”.
(La confesión: género literario)
“Y
así me he ido quedando a la orilla. Abandonada de la palabra, llorando
interminablemente como si del mar subiera el llanto, sin más signo de vida que
el latir del corazón y el palpitar del tiempo en mis sienes, en la
indestructible noche de la vida. Noche yo misma”. (Hacia un saber sobre el
alma)
“El
sueño es la aparición estática de la vida. Mas como la vida psíquica es en sí
misma movimiento, suceso, el sueño es paradójicamente la inmovilidad de un
movimiento, el absoluto de un movimiento. Lo cual viene a suceder en el otro
polo de la vida humana: en la creación lograda, y especialmente en el arte que
es más movimiento que ningún otro: la Música. La Música es el sueño organizado,
el sueño que sin dejar de serlo ha pasado por el tiempo y ha aprendido del
tiempo, ha aprovechado del tiempo. Y toda vida bien lograda es la que ha pasado
por el tiempo y ha aprovechado de él para realizarse más bien sin dejar de ser
en su raíz: la vocación, el amor y el conocimiento”. (Los sueños y el tiempo,
en El sueño creador)
“Yo
he renunciado a mi exilio y estoy feliz, y estoy contenta, pero eso no me hace
olvidarlo, sería como negar una parte de nuestra historia y de mi historia. Los
cuarenta años de exilio no me los puede devolver nadie, lo cual hace más
hermosa la ausencia de rencor. Mi exilio está plenamente aceptado, pero yo, al
mismo tiempo, no le pido ni le deseo a ningún joven que lo entienda, porque
para entenderlo tendría que padecerlo, y yo no puedo desear a nadie que sea
crucificado”. (Amo mi exilio, en Las palabras del regreso)
Robert Lee Frost (1874-1963) fue un poeta estadounidense, considerado como uno de los fundadores de la poesía moderna en su país, por expresar con sencillez filosófica y profundidad sentimental, la vida y emociones del hombre rural de Nueva Inglaterra.
Creo
saber de quién es este bosque
el
dueño vive en el pueblo, sin embargo;
no
va a enterarse de que me detuve acá
a
mirar su bosque lleno de nieve.
Mi
caballito debe creer que es raro
parar
sin que haya una granja cerca,
entre
el bosque y el lago congelado,
la
noche más oscura del año;
hace
sonar el arnés al sacudirse
para
preguntar si hubo algún error.
El
otro único sonido que hay es el barrer
del
viento suave y los copos como plumas.
El
bosque es encantador, oscuro y profundo,
pero
yo tengo promesas que cumplir,
y
kilómetros por recorrer antes de dormir,
y
kilómetros por recorrer antes de dormir.
Lula
Carson Smith nació en Columbus, Georgia en febrero de 1917 y murió en Nueva
York en septiembre de 1967, conocida como Carson McCullers, fue una gran
novelista. Su ficción ahonda en el aislamiento espiritual de los inadaptados y
marginados del Sur de los Estados Unidos de América y fue también, pionera en el
tratamiento de temas como el adulterio, la homosexualidad y el racismo. De su
novela La Balada del Café Triste
extraigo estos dos párrafos
"La verdadera historia de amor es la que
tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar
a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven
lo cómico y lo sublime. "
"Cuando se ha vivido
alguna vez con otra persona, es un tormento tener que vivir solos. El silencio
de una habitación donde arde el fuego, cuando de pronto se para el tictac del
reloj; las sombras obsesionantes de una casa vacía... es preferible caer en manos
de nuestro peor enemigo que enfrentarnos con el terror de vivir a solas".
Retrato de Julius Julin y Anna Kroutén en el jardín, en el
verano
de Johan Krouthén (1890)
|
"Ante todo, el amor es una experiencia
compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea
la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero
estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo
un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace
tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe.
Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña
soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede
hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un
mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí
mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un
joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser
hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra.
Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona
más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un
bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde
en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una
mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas
costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin
que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre
puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios
venenosos de la ciénaga.”
John Fante |
John
Fante (1909-1983) era otro escritor estadounidense. Nacido en una familia
humilde de origen italiano, estudió en la Universidad de Colorado y vivió en
California, donde ambientó la mayoría de sus novelas. En la raíz de éstas, encontramos la pobreza, el catolicismo en relación a la comunidad italoamericana y la
incomunicación en la familia o en la pareja.
De
Una esposa para Dino Rissi:
“Entonces la sentimos detrás
de nosotros, todos y cada uno al mismo tiempo, y antes de que nos volviéramos a
mirarla, reconocimos el sufrimiento que latía a nuestras espaldas, que caía
sobre nosotros, y entonces nos volvimos al mismo tiempo, y ella estaba allí
mirándonos, y parecía que tenía un millón de años, mamá, nuestra madre, y
nosotros, sus hijos, habíamos presentido su corazón roto, allí, en la puerta de
la cocina, ocultando con el delantal la tristeza de sus manos desgastadas,
mientras por la tierra yerma de sus mejillas resbalaban riachuelos de belleza
desvanecida.”
“Me dolió, mi padre me dolió,
me dolió el aspecto que tenía, sus huesos baldados, sus manos huesudas y
deformes, y a pesar de todo valientes, doloridas por tantos años de trabajo
implacable. Ah, me dolió profundamente, en lo más hondo del corazón, donde sonó
un grito, un sollozo que quería salir flotando hacia la cálida puesta de sol. Y
de repente odié a mamá.”
La argentina Flora Alejandra Pizarnik (1936-1972) más conocida como
Alejandra Pizarnik fue poeta y traductora. Me ha conmovido bastante. Era una mujer muy depresiva, el 25
de septiembre de 1972, a los 36 años, se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas
de Seconal.
El descubrimiento de Thomas Edward Roberts (1860)
|
De
sus Diarios:
“Y pensó en sí misma y halló
solamente confusión. Pero aún sabía que era necesario escribir porque sólo ella
podría dar testimonio de algunas cosas por las que vivía (…) Por eso aun
mirando desde una alcantarilla, le sobrevenía una leve alegría, porque la más
desposeída tenía algo que hacer: contar un cuento sin historia y sin explicar
por qué su herida mana desde que se recuerda. Es todo lo que sabe. No es mucho.
Pero es todo lo que sabe.”
“miras como yo: con los ojos
y con las manos y con el sexo y con el alma mientras la memoria hecha de piel
de tambor bate ritmos cada vez más urgentes, que en verdad son llamadas, que en
verdad son plegarias tácitas hechas de un silencio alborotado en donde las
cosas corren y mi amor corre y todo en mí es un agua precipitada, absolutamente
loca y ardiente.”
Y por último Joan Margarit i
Consarnau (Sanahuja, Lérida, 11 de mayo de 1938) es poeta, arquitecto y
catedrático español jubilado de la Universidad Politécnica de Cataluña en la
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.
Principios y Finales
Un tiempo fui una chica con
futuro.
Podía leer a Horacio y a
Virgilio en latín
y recitar a Keats completo de
memoria.
Al entrar en sus cuevas, los
adultos
me capturaron: comencé a
parir
hijos de un hombre estúpido y
creído.
Ahora cuando puedo lleno el
vaso
y lloro al recordar algún
verso de Keats.
Una no sabe, cuando es joven,
que no hay lugar alguno
donde poder quedarse para
siempre.
Y le parece extraño si no
llega
aquel o aquella en quien
hallar descanso.
Una ignora, de joven, que los
principios
no se parecen nunca a los
finales.
Noche a lo largo del río Quay de Henry Bouvet (1859-1945)
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario