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El sueño de las Granadas , Felice Casorati (1912) |
A LA EDAD DE LAS MUJERES
Francisco de Quevedo
De quince a veinte es niña;
buena moza
de veinte a veinticinco, y
por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a
treinta.
¡Dichoso aquel que en tal
edad la goza!
De treinta a treinta y cinco
no alboroza;
mas puédese comer con sal
pimienta;
pero de treinta y cinco hasta
cuarenta
anda en vísperas ya de una
coroza.
A los cuarenta y cinco es
bachillera,
ganguea, pide y juega del
vocablo;
cumplidos los cincuenta, da
en santera,
y a los cincuenta y cinco
echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja,
hechicera,
bruja y santera, se la lleva
el diablo.
Cómo han cambiado las cosas
desde la época de Quevedo, ¿verdad...? Por eso, entre otras cosas, de vez en cuando me gusta
escuchar rock, ésta canción de Rosendo, "Agradecido" me levanta
el ánimo y me trae recuerdos de tiempos más movidos, compartirla conmigo si os apetece, es una
joyita: https://www.youtube.com/watch?v=_Gj8QvG0qzk
Mi amiga tiene la impresión de
que se está haciendo mayor, y se alegra. Le fastidia, para que negarlo, y así
me lo confiesa, comprobar, como su cuerpo no responde igual que lo hacía unos
lustros atrás.
Recuerda, que hubo unos años,
en los que, tenía una especie de lema personal que le impulsaba: “entre el día
y la noche no hay pared”, repetía, palabras, que había escuchado por boca de su
abuela materna, que por algo era comadrona. Y esto le servía lo mismo para
trabajar, que para irse alguna que otra noche de jarana. Ahora bien, a la hora
de trabajar, lozana, como la andaluza aquella de Don Francisco Delicado, pero
eso sí, tan solo en común con ella, el título de la obra.
Pero ahora, juntas, compartimos la
impresión de que no todo lo pasado fue mejor.
El otro día, sin ir más lejos, alguien, en una
conversación, preguntaba, que en caso de ser posible, a que época de la vida le gustaría volver a cada cual. Yo tras pensarlo momentáneamente, porque tan poco era
cuestión de hacer meditación transcendental, llegué a la rápida conclusión, de
que mejor me quedaba donde estaba.
Y mi amiga, con la que vine a
coincidir, cosa que no siempre ocurre, contaba, con la oportunidad que le
brindó el tema, que ni siquiera recordaba haber tenido una "infancia
maravillosa". Seguramente, aclaraba, porque ella, había sido una niña inquieta,
difícilmente moldeable, y eso, cuando se vivía en la cotidianidad de una
familia bastante estricta, y bajo la machacante educación de un colegio de
monjas, resultaba complicado, difícil, rozando lo imposible.
Luego llegaron los “felices”
años de la universidad. Felices porque respiró lejos de casa, estudiando como
una loca para no perder la beca, pero feliz al cabo, de poder compartir pasiones,
copas, debates, horas y militancias con quien ella decidía… Mi amiga es de esas
personas, que siempre han querido comerse la vida a grandes bocados, por eso,
alguno se le atragantó, pero con un golpecito en la espalda, escupió y salió
adelante. Todo esto, eso sí, aderezado con los miedos a la policía del
dictador, que créanme, no era precisamente una ONG en la que buscar asilo.
Y a continuación el aterrizaje
forzoso, el trabajo, una boda temprana como forma de huir del yugo paterno…
Investigar, publicar, congresos, dar clases, criar hijos, envidias, chismes,
compaginar vida familiar, laboral y política… sin horarios, casi sin vida
propia. Saltos sin red los de entonces, de ser tonta en el colegio a super-woman.
¿Y su cabeza?
Y ella, encima, pendiente de
todo y de todos, que para algo se nace mujer. Menos mal, que cuando tenía algún
evento fuera de casa disfrutaba lo suyo, porque de lo contrario, a mi colega,
hace años que le hubiésemos cantado un miserere.
Por eso mi amiga, me contaba, más tarde, ya a solas, que no tiene muy
claro el concepto de familia, se quejaba de eso, de que una cae donde cae. De que
siguen existiendo roles, por los que una mujer, no tiene en ese terreno las
mismas posibilidades de elección que un hombre. De que una acaba pendiente de
un tropel de gente, que más parece que sea la jefa de un campamento scout...
que una persona normal. Que al fin, lo de los techos de cristal, es un hecho.
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Lovers & Lautrec, Joseph Lorusso |
Porque mi amiga, ha perdido
muchas guerras, aunque ha ganado alguna que otra batalla. Y allí la tienen, por
eso, dice que se hace mayor, y que mejor, que para qué repetir otra vez toda la
opereta.
Y que además no entiende a toda
esa gente que a nuestra edad sigue siendo tan visceral y acalorada en su
dialéctica, que ella con los años ha aprendido que solo hay que pelearse las
batallas esenciales. Que cree que es mejor ir por la vida facilitando las
cosas, que bastante se complica todo aunque no quieras…
"¿Te imaginas otra vez
vuelta a la rueda...? ¡Piénsalo!", me requiere, con una cara a caballo
entre el escepticismo y un gesto que se hace mueca saltando airoso de la picardía al
horror.
Y de repente, con esos ojos oscuros y chispeantes que aún conserva, va y me dice: “Fíjate, Carmen, quien nos
lo iba a decir, mira que tener que repetir unas elecciones…” Y a continuación
me pregunta: “Por cierto chica… tú, ¿a quién vas a votar las próximas
elecciones? Porque claro, si no votamos…” y es que ella es así, no lo puede
evitar, se preocupa incluso hasta la indignación y se cansa llegando al
hartazgo, porque no puede evitar seguir desvelándose por el devenir de los
tiempos.
Y eso, que esta vez, no nos ha
dado tiempo a hablar ni del amor, ni de los amores, que es entonces, cuando el
mundo de las emociones brota sin secretos ni sonrojos y la cosa se pone verdaderamente
interesante...
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La Mente Errante, Duy Huynh |
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