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El Jardín Secreto, Anselm Schultzberg |
“Los amores imposibles no
pueden desarrollarse, transformarse, modificarse... por lo tanto, nunca mueren. Brindo por las noches antiguas y la
música lejana…”
Hace unos días repusieron en
una cadena de televisión “Los Puentes de Madison”, la película que en 1995
dirigió y protagonizó Clint Eastwood junto a Meryl Streep. Mi amiga, que en el
fondo es una sentimental de mil pares de narices, no pudo evitar volver a
verla. Y como siempre, esa historia de amor le robó el alma. Al día siguiente,
nuestra conversación versó, como no podía ser de otra manera, sobre
amores y amoríos.
El argumento de la película es
bastante conocido, pero además, se puede sintetizar muy brevemente: En 1965, en
una granja en Iowa, vive Francesca (Meryl Streep), italiana, ama de casa
tradicional y casada con un soldado americano. Mientras su esposo e hijos
acuden a una feria en Illinois, ella, casualmente, conoce a un fotógrafo,
Robert Kincaid (Clint Eastwood), que ha llegado al condado de Madison (Iowa)
para realizar un reportaje fotográfico sobre los famosos puentes cubiertos de
la zona. Se enamoran, y ella vive una intensa relación extramatrimonial. Esos
cuatro días marcarán para siempre su vida.
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Granja, Laurits Andersen Ring 1903 |
Inevitablemente surgió entre mi
amiga y yo el tema del amor extramatrimonial, el amor para siempre, la soledad, las infidelidades, las exigencias formales que impone la sociedad…
Nos costaba dialogar, porque
continuamente nos quitábamos la palabra. Coincidíamos en que las situaciones
son muy diferentes en cada pareja y para cada mujer. La protagonista de la película, estaba
prácticamente sola y dedicada en cuerpo y alma a su familia.
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El beso, Chagall |
¿Qué es la fidelidad?
Terminamos por preguntarnos. Porque a fin de cuentas, el hecho de querer a una
persona no te inhibe, de que en un momento dado pueda surgir la atracción por
otra ¿O es que acaso se ha inventado una vacuna que consiga mantener
el deseo con tu pareja y alejarte del fruto prohibido? Cuando las parejas llevan
muchos años juntas, no es extraño que se den casos de enamoramientos. Y sin
embargo, de alguna manera, la fidelidad, hace que cada cual, se cuestione sus
comportamientos extraconyugales. Conveníamos en que a quien se quiere, no se le
puede hacer daño, ni física ni emocionalmente.
¿Qué hacer? Todo esto nos
preguntábamos, mientras, eso sí, más serias que los ujieres del Congreso de los
Diputados, ambas jurábamos, que lo que nunca volveríamos a hacer en caso de
darse la circunstancia, sería volver a casarnos. “Ah no! Eso, sí que no!” Juraba mi amiga. “Primero, que este señor que me acompaña a tomar cañas de vez en cuando,
me hace la declaración de la renta, me calienta los pies en la cama y soporta mi mal genio, de momento, es bastante
admisible”. Y ya, como aquel que
coge carrerilla, continuó: “ Y segundo. Que
si tengo una tentación, pues mira, que ya me lo pensaré, que mucho ha de merecer
la pena y muy jugosa tiene que estar la carne…”. Y fue entonces, cuando ya, se me vino arriba y se me descolgó rematando de cabeza, con un: “porque sabes
chica, al final, siempre es más de lo mismo, y yo a estas alturas, estoy para
que me alegren la vida y no para tener que andar haciendo de animadora, de cocinera
y de muleta, que al final todo empieza con mariposas en el estomago y acabas digiriendo como una boa”
Yo un poco demudada, porque la
tenía como por muy progre, va y le pregunto: “o sea, que tu ná de ná”.
“Hija
Carmen, es que hay días en los que estás más espesita que el puré que nos daban en el
colegio. No te has enterado de nada. Lo que he querido decirte, es que haré lo
que me dé la gana, pero sin filosofías y sin moralinas, que son sesenta y tantos años de
lastre y que ya vale. Que a partir de ahora, los toros de lejos, pero que si
hay que torear, pues a Porta Gayola ¿me captas, querida?”
No sé por qué, pero intuí
cierta ironía en sus palabras…
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Enamorados, Emil Friant |
Pero no terminó aquí la cosa,
porque a esas alturas de la conversación, y después de un par de fresquísimos Verdejos,
volvió a tomar la palabra. Y me contó, que tenía una compañera de trabajo en el ministerio, que se lo
había montado, según ella, de pistón. “Mi
compi”, me contaba, “tiene un amor
mitad real, mitad imaginario”. Y yo, como que ya estaba empezando a asustarme un poco, pero ella enseguida me lo aclaró todo. Resulta, que la susodicha, había tenido un
rollo con otro colega, pero que a él lo habían destinado lejos. Como el asunto
les había dejado tan buen sabor de boca, (fruto de la finitud seguramente, y esto es apostilla mía), ella, jugaba a que seguían
siendo amantes. Una vez al año se encontraban, disfrutaban de un felicísimo e
intenso fin de semana y punto. Ni que decir tiene que ambos estaban casados. El
resto del año, ella soñaba mientras cumplía con sus deberes familiares y
laborales escrupulosamente, y tan feliz.
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El beso, Magritte |
Digno de una película. Y es que
a veces es cierto: La realidad supera la ficción. Mientras regresaba a casa,
yo daba vueltas en mi cabeza, pensando en que a veces la gente tiene muchas
ganas de complicarse la vida. Pero en el fondo, quizás, lo que de verdad me
producía un cierto resquemor, era no haber estado yo en una granja en Iowa, en 1965, y que apareciese por allí para preguntarme por una dirección, un fotógrafo que marcase mi vida en
cuatro días.
Os dejo con una versión de
"Procuro Olvidarte" de Mayte Martín: https://www.youtube.com/watch?v=oGc98BfCoYA.
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La mujer de blanco, Nadia Tsakova |
Suele suceder, además -a mí me pasa-, que cuando flojean los dientes apetece la comida tierna, jaja. Preciosa entrada.
ResponderEliminarSuele suceder, además -a mí me pasa-, que cuando flojean los dientes apetece la comida tierna, jaja. Preciosa entrada.
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