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Amsterdam Willwm Alexander Knip |
“Se piensa que lo justo es lo igual, y así
es; pero no para todos, sino para los iguales. Se piensa por el contrario que
lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales”
Aristóteles
Hace ya algún tiempo, tomando un café, vinieron a contarme un
“secreto”. Debo aclarar, que no hay nada que me fastidie más, que esa costumbre
que tienen algunas personas de hablar de la vida privada de otras, para además, acabar expresando, sin ningún pudor, como deberían comportarse los señalados.
Pues bien, el tal secreto, miren ustedes, consistía nada más y nada menos que en cotillear, que “se comentaba”, que un varón, "parecía" que era
homosexual. Les ahorro los comentarios, porque ya se sabe que a palabras necias
oídos sordos, lo malo es que mi sordera siempre resulta ser selectiva y acabo
por encresparme bastante…
Les prometo por lo que más quiero, que muy
fui de allí, antes de tiempo y de bastante mal humor. Caminando, de vuelta a casa, me
preguntaba si el problema no estará, en que la gente no debe tener suficientes
complicaciones cotidianas, como para tener que buscar entretenimiento metiéndose en la
existencia ajena...
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Intimidad Théo van Rysselberghe |
Y es a propósito de todo esto, que yo
querría confesar, que también a mí, me costó un poco, incorporar a mi universo
conceptual el mundo de la homosexualidad, pero fue sencillamente por
desconocimiento. Cuando yo era niña, y por lo tanto estaba adquiriendo lo que
serían las bases de mi acerbo cultural, la homosexualidad era un tema que se mantenía
totalmente en secreto. Por supuesto era ilegal. Un año antes de nacer yo,
el 14 de julio de 1955 se amplió la Ley de Vagos y Maleantes de 1933, incluyendo
en ésta categoría a los homosexuales. Además, prefiero no recordar, el
vocabulario que se aplicaba a todos aquellos, que como tales eran considerados. Y digo
aquellos, porque, tal era la suerte de machismo que entonces imperaba, que el
mundo de la homosexualidad femenina, ni siquiera se nombraba. Por desgracia,
muchos de aquellos apelativos, han quedado incorporados a nuestro idioma como
insultos bastante despectivos.
Con el paso del tiempo fui conociendo cada vez a
mas personas homosexuales, en un principio, hombres en su mayoría. Fui
entonces dándome cuenta, de que muchos de ellos, arrastraban unas losas de
dolor, por el ocultamiento de su condición sexual, que probablemente, no
llegarían a superarlas nunca o que desde luego les contaría mucho.
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Críticos de Arte Michael Ancher |
Otros, más jóvenes, habían nacido ya, en la
época, en la que la liberación sexual era un hecho, y esto, en algo les había
favorecido para poder expresarse con mayor libertad, vivían ambientes menos
bisoños, más tolerantes, aunque sinceramente
creo que tampoco demasiado. Lo digo, porque tras presentártelos, si
alguien los mencionaba por cualquier asunto, enseguida había quien se apresuraba a dejarte clara su
orientación sexual, como si ésta, determinase el resto de su comportamiento,
social, profesional, sus relaciones personales, de amistad etc…
Pero más duro era, cuando se trababa del
ámbito femenino. ¡Ah el mundo de las lesbianas! ¡Dios mío! Era como mentar a lo
peor de lo peor… ellas, sí que encarnaban "la perversión y el
malevaje", como dice el tanguista.
Y claro, algo no encajaba del todo en mi cabeza, teniendo en
cuenta, que cuando una iba tratando a estas personas, comprobaba, que, como era de esperar, se comportaban, como el resto de las mortales.
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Señoritas en el Jardin Joan Beltran Bofill |
Hoy existen muchos homosexuales y lesbianas que afirman públicamente su condición, me parece tan bien, como la actitud de aquellos otr@s que no se manifiestan como tales. Yo tampoco me
presento diciendo, soy menganita de tal y soy heterosexual. Como tampoco acostumbro
a añadir mis creencias religiosas o políticas. Sólo me faltaría, que tuviese que ir por la calle con una sarta de etiquetas, como una furgoneta de
reparto, o lo que es peor, marcada, como se les hizo a los judíos durante el
III Reicht.
Con aquellos que lo han expresado
públicamente, fomento una relación normal, su condición sexual, no modifica el
tipo de trato que mantenemos. A algun@s les tengo un gran cariño porque sostengo
una relación de amistad. Los conozco muy diferentes, tanto entre ellos como entre ellas, los
hay discretos, y los hay que necesitan llamar la atención continuamente, los
hay divertidos y los hay más serios que un inspector de Hacienda (de los de
toda la vida, claro), un@s son intelectuales, y otr@s se ganan la vida con
otro tipo de trabajos, en fin como cualquiera.
Y es que los seres humanos somos así,
diferentes en colores, creencias, culturas, formación, lenguas, razas,
condición sexual… Somos personas con las mismas necesidades
básicas, que venimos a un mundo, que en ocasiones nos es propicio y que en
otras, se nos torna extraño, como punzante.
Sigo percibiendo a mí alrededor, demasiado
rechazo, cada vez menos, pero todavía más del que me gustaría. Me fastidia además, que el personal vaya de progre, para luego descubrir, debajo de una
capa de barniz, tan flojo, que se borra hasta con el agua, como afloran
esencias que no dejan de ser brotes de las más rancias ideas decimonónicas.
De este modo, asuntos que en estos tiempos
tendrían que ser abordados con normalidad, pasan a constituirse en situaciones desusadas e insólitas. Y es que, cualquier excusa es buena para rechazar al diferente. Es
lo mismo que ocurre con el racismo, con el rol de las mujeres, y con tantas y
tantas cosas, que intentan ir dejando a la gente a un lado del camino, de tal
modo, que al final puede acabar en la más absoluta marginalidad.
A mí, que también sueño de tarde en tarde
con un mundo mejor, me gustaría mucho, que a nadie, se le distinguiese por su
orientación sexual, incluidos los transexuales. Y desde luego que nunca jamás
volviesen a repetirse historias como la de Miguel de Molina, conocido por su
fama y la de tantos y tantas que han vivido en un sufrimiento continuo,
incluyendo la persecución.
Hace unas semanas, el gran Enrique Poveda,
fue insultado al disculparse por no poder firmar un contrato para una
actuación. El autor de la fechoría lo llamo “pedazo de maricón", el
cantante mostró su indignación y amenazó con denunciarle por homófobo.
Entonces, el individuo, se arrancó con la consabida disculpa de que: "como
se dice en Cádiz...", lo había llamado "maricón" pero "en plan
de broma" ¿qué gracejo el del tipo, no …?
Por eso me niego a entrar en el juego de
los chistecitos, de los cotilleos o de los codazos cuando pasan algunas personas. Porque
no me parece que el tema sea como para tomárselo a broma.
Os dejo con un bello poema de Kavafis,
EN LA ESCALERA
Bajando por aquella escalera,
Junto a la puerta nos cruzamos, y por un
instante
Vi tu cara desconocida y tú me viste.
Yo me oculté en las sombras, y
Pasaste rápido, alejándote,
Y te perdiste en aquella casa vulgar
Donde no encontrarías el placer, como
tampoco
Yo habría de hallarlo.
Y sin embargo el amor que deseabas
yo lo tenía para dártelo;
El amor que yo deseaba, tus ojos me lo
ofrecían
Con su ambigüedad y abandono.
Se sentían los cuerpos y se buscaban;
La sangre y la piel comprendían.
Pero turbados los dos nos escondíamos.
Konstantino Kavafis, 1904
Lo
que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera una
peste. Chavela Vargas
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Venecia de Edward William Cooke |
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