TEMPUS FUGIT

Igual que nuestros antepasados se reunían y contaban historias, avatares cotidianos, "sucedidos", les llamaban... o aquellas cuestiones que les interesaban, me apetece utilizar este soporte contemporáneo, para hacer más o menos lo mismo. Y es que en el fondo muchas de las ansias de los seres humanos siguen siendo las mismas: amar, comunicar, tener cubiertas sus necesidades básicas... Y en medio de todo eso, el eterno dilema entre Ética y Estética para conseguir seguir adelante... para VIVIR.

lunes, 25 de abril de 2016

HÁBITOS

Maternidad, Edmund Blair Lihton, 1917



SOLO EN SOLEDAD SE SIENTE 
LA NECESIDAD DE VERDAD.
María Zambrano

         ¿Qué os evoca la imagen de arriba? Parece que una joven madre vaya a depositar a su hijito en una casa cuna... También podría ir a recogerlo, ¿Qué lee la monja, acaso algunas cláusulas? ¿O sencillamente es un libro de registro? Pudiera, incluso, estar rezando por la madre o por la criatura, pero no parece un devocionario... Sin embargo, hay un detalle que atrapa mi curiosidad. El pintor, ha querido vestir a la madre, con los mismos colores con los que tradicionalmente, se han pintado las ropas de la Virgen María, en la iconografía cristiana, túnica roja y manto azul. No deja de estar cargado de simbolismo. El hatillo de al lado también me recuerda a las representaciones de la huida a Egipto... es curioso ¿no? Y... cuál de las dos preside la escena, porque ¿acaso la mirada, no se nos escapa al niño, en el centro de la escena? ¿Podría el pintor, incluso, haber querido plasmar una ilusión, una visión monjil?


Madre Superiora. Fernando Botero


           Pero no quería yo centrarme únicamente en ese cuadro. He convivido mucho con monjas católicas. Lo suficiente como para poder afirmar que poco tienen que ver unos grupos con otros. Conozco instituciones ricas, casi acaparadoras, me atrevería a decir, y otras más pobres que ratas de alcantarilla. Algunas han hecho de sus casas un verdadero remanso de paz, auténticos refugios donde te sientes acogida, comprendida, segura, entre amigas… Otras continúan siendo como las que yo conocí de pequeña en el colegio. Sonríen diplomáticamente pero rezuman un talante, que te lleva a pensar en la posibilidad de que cada mañana puedan desayunar vinagrillos… Y es que estamos en lo de siempre, en que son las personas las que conforman los grupos y su estilo, las que encarnan las reglas y las costumbres de vida. Me he encontrado unos cuantos cuadros monjiles que me han hecho evocar esos microcosmos que son los monasterios, los conventos, las grandes o pequeñas comunidades… os dejo con ellos y con algún comentario, creo que la estética, es mucho más clarificadora de lo que lo puedan ser las palabras.


La venerable madre Jerónima de la Fuente, Velázquez, 1620

      Éste, por ejemplo, es un retrato que siempre me ha impresionado. Jerónima de la Fuente fue fundadora y primera abadesa del convento de Santa Clara de la Concepción de Manila en las Islas Filipinas, tal y como indica inscripción de la parte inferior. Vestida con el hábito marrón de las clarisas, tiene un rostro severo y una mirada inquisitiva, que demuestran la fortaleza de su carácter. La inscripción de arriba dice: «BONVM EST PRESTOLARI CVM SILENTIO SALVTARE DEI» (Es bueno esperar en el silencio la salvación de Dios). Diego de Velázquez supo con su maestría, extraer toda la expresión de su personalidad y plasmarla en el retrato. Yo, cuando voy al Prado, suelo detenerme a verla. Si la miro fijamente a los ojos, parece querer sonsacarme algún error cometido.


Monja, de Ramón Casas

       Qué diferente, sin embargo, es este retrato de Ramón Casas, ¿verdad?, parece una cándida novicia o alguien que va a entrar al convento… A mí, me lleva a pensar en la posibilidad de que el padre de la joven, hubiese encargado el cuadro, antes de despedirse de su hija, y ella orgullosa del recién estrenado hábito, posa erguida, algo altiva, como quien ha conseguido lo que quiere. Todavía no ha perdido el buen color y sus labios mantienen un tono carmín... pues bien, nada más lejos de la realidad. Se trata, de Julia Peraire, amante y posteriormente esposa del pintor. Fue su gran musa, y en unas vacaciones que pasaron en el monasterio de San Benito de Bages, que la madre del pintor había comprado, y posteriormente él heredaría, se le ocurrió vestirla de monja y la pintó. A veces, las apariencias engañan…


El la Biblioteca del Monasterio, Edmund Körner

        ¿Y qué me decís de estas apacibles monjas? Se nota al vuelo que no son españolas. En los conventos españoles, la limpieza y el orden son lo primero, que ya lo decía San Agustín en el Libro I de su obra "De Ordine" (El Orden): "El orden, es el que guardándolo, nos lleva a Dios..."  No sé si será precisamente el orden lo que conduce a Dios, pero puedo asegurar, que a mí, de momento, me costó muchos guantazos en el colegio. Por eso del orden y la rigidez, que aquí, en España siempre se ha entendido bastante bien, los conventos y monasterios han sido impolutos, como de escaparate. ¡Dios mío! pensaría una abadesa o una priora española, ¿Dónde se ha visto una mesa tan desordenada como la del cuadro?



Hacia la Torre  Remedios Varo

         Me gusta más, como pinta Remedios Varo, a esta monja con sus educandas detrás, y junto a ellas va su porteador. ¿A donde irán… ? De excursión, de ejercicios espirituales como nos llevaban a nosotras, o acaso es el pelotón de las castigadas...? Me encanta el sombrero de la monja y la gracia con la que se sujeta la capa del hábito. Observo pájaros a su alrededor, ¿saldrán de las cabezas de las niñas...? Me recuerdan a mi  época del colegio, llevábamos uniforme y encima una bata abotonada hasta el cuello. Me temo que soy, muy, pero que muy muy mal pensada, pero la imaginación me brinda la oportunidad de fantasear, con que ésta, es una monjita moderna, que estudió con librepensadores y se va, sencillamente, a dar con sus alumnas una clase de arte in situ, en una torre medieval…


Por el camino hacia Winchester, Albert Goodwin

            Observo al grupo de arriba, parece más clásico, salieron de paseo, a tomar un poco el sol, porque les hace falta para absorber vitaminas, pero es fácil, que fuesen, en silencio. Es primavera, el verdor y las amapolas lo ponen de manifiesto. Cierra la fila alguien con poder para vigilar. Eso sí, casi seguro, que mientras susurraban rosarios y salmos de alabanza, sus cabezas, recordasen como podrían haber sido esos paseos con otras compañías, o a lo mejor me equivoco, porque siempre ha habido gentes felicísimas de llevar esa vida tranquila, apartada y de oración. Lo que sí es probable, es que esa naturaleza resucitante, hubiese tentado a alguna de las más jóvenes a saltarse el orden  de la fila, para poder hacer alguna que otra carrera, pegar un salto o incluso dar más de una voltereta sobre la hierba, pero claro, como el orden lleva a Dios...


El valle del descanso. Millais

       Pero a esta si que no la veo yo muy feliz. Que una cosa es que la muerte sea lo más claro que uno tiene en la vida, y otra asimilarlo. Mucho me temo, que esta triste monja, mira a quien le pinta como diciendo, “Líbrame Señor de este cáliz”. No sé yo, si tendría muy claras las ideas sobre su futuro escatológico. Lo que sí parece, es que, triste, triste, sí; pero que tiene quien le cave el agujero. Es decir, que junto a ella, una pobre lega, es la que se está pegando la paliza de trabajar. Y es que hubo épocas, no muy lejanas en las que hasta en los monasterios, se notaban las clases y los dineros. Unas oraban y otros laboraban... Confío, en que al menos, con tamaño rosario, rezase también por su laboriosa compañera.


        En cualquier caso, no es esto más que un ejercicio de pura ficción en el que las imágenes mandan. En fin, como siempre cada forma de vida es un mundo, y este es, a su vez, reflejo de los demás, que ya lo dijo Paul Eluàrd, "Existen otros mundos, pero están en éste".


ATARDECER
 Pär Lagerkvis

Es el atardecer cuando uno se aleja,
a la caída del sol.
Es entonces cuando se abandona todo.
El pensamiento recoge su tolda de tela de araña
y el corazón olvida el porqué de su angustia.
El caminante del desierto abandona su campamento,
que pronto desaparecerá bajo la arena,
y continúa su viaje en la quietud de la noche,
guiado por enigmáticas estrellas.


Contrastes, Rafael Hidalgo de  Caviedes

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