TEMPUS FUGIT

Igual que nuestros antepasados se reunían y contaban historias, avatares cotidianos, "sucedidos", les llamaban... o aquellas cuestiones que les interesaban, me apetece utilizar este soporte contemporáneo, para hacer más o menos lo mismo. Y es que en el fondo muchas de las ansias de los seres humanos siguen siendo las mismas: amar, comunicar, tener cubiertas sus necesidades básicas... Y en medio de todo eso, el eterno dilema entre Ética y Estética para conseguir seguir adelante... para VIVIR.

jueves, 11 de febrero de 2016

ARS AMANDI




Ars Amandi I

Se acerca S. Valentín, al margen de tópicos, pueden, éstos, unos días atinados para acercarnos al tema del amor. Y menos mal, que éste año, las grandes cadenas de almacenes y marcas, no se han puesto muy pesadas empalagando nuestras papilas olfativas con esos deleznables anuncios de perfumes y colonias que protagonizan seres, a los que les juro nunca me he encontrado por la calle. Vulgar que debe ser una.
Debo aclarar además, que si hay algo sobre lo que me resulta verdaderamente difícil expresarme, a estas alturas de mi vida, es sobre el amor. Demasiadas veces, tengo la impresión, de no haber aprendido todavía, a pesar de tener ya cierta experiencia, de cómo definirme con seguridad en este terreno. Y no es que sea un asunto estrictamente personal, que también lo es si he de ser sincera, sino que, en muchos casos, es la observación de los comportamientos amatorios en mi entorno lo que me lleva a la confusión.


Si uno recurre a la teoría, el asunto no presenta mayor problema. Desde la antigüedad, Platón y los griegos, ya supieron distinguir entre tres tipos de amor: el eros, el filos y el ágape. El amor “eros” en el que se trata de satisfacer los impulsos del placer de cualquier apetito físico humano. El amor “filos” supone la atracción intelectual hacia algo o alguien llegando a transformarse en una forma de amor. A partir del filos establecemos relaciones con nuestra familia, con nuestras amistades y con la vida misma. La máxima expresión del amor es el ágape. Ágape es la manifestación de altruismo por los demás, el darse, entendiendo el sufrimiento de todos los seres y procurando su prosperidad.
Pues bien, partiendo de estas definiciones y olvidándome de moralinas, la realidad que me rodea, me indica, que el amor, tal y como se nos presenta en la actualidad, viene a ser, una mezcla de los tres, en el mejor de los casos.
Olvidémonos del estado de enamoramiento, que ya lo decía el gran Ortega y Gasset en sus “Estudios sobre el amor”:
 “En sentido lato, solemos llamar amor al «enamoramiento», un estado de alma complejísimo, donde el amor en sentido estricto tiene un papel secundario… Pues bien: de ese «enamoramiento» que la teoría de la cristalización nos presenta como una hiperactividad del alma, quisiera yo decir que es, más bien, un angostamiento y una relativa paralización de nuestra vida de conciencia. Bajo su dominio somos menos, y no más, que en la existencia habitual. Esto nos llevará a delinear en esquema la psicología del arrebato erótico.”
“El «enamoramiento» es, por lo pronto, un fenómeno de la atención.”
Pasada pues esa etapa del llamado enamoramiento, se llega teóricamente al amor. Y es allí, donde me surgen a mí, las primeras dudas.
¿Existe el amor para toda la vida? El hecho de formar pareja, ¿supone estar siempre bien avenidos? ¿El amor va creciendo o por el contrario decrece con el tiempo? ¿Puede una de las dos partes volver a enamorarse sin dejar de querer a la otra? ¿Por qué es tan difícil perdonar las llamadas infidelidades? ¿Cuáles son los requisitos para que una relación amorosa funcione?




En primer lugar, creo, que nuestra generación arrastra un déficit en cuanto a educación de emociones se refiere.  La educación del amor es una asignatura pendiente de nuestra sociedad. Solemos ser analfabetos sentimentales que actuamos por medio del autoaprendizaje o lo que es decir, en función de la práctica que cada cual va adquiriendo, y esto tiene unas consecuencias tan serias para los afectos y la estabilidad emocional, que es algo que deberíamos plantearnos, dado el nivel de sufrimiento que acarrea a la larga. También son de Ortega las palabras que siguen:
“Hay muchos «amores» donde existe de todo menos auténtico amor. Hay deseo, curiosidad, obstinación, manía, sincera ficción sentimental; pero no esa cálida afirmación del otro ser, cualquiera que sea su actitud para con nosotros. En cuanto a los «amores» donde efectivamente la hallamos, es preciso no olvidar que contienen muchos otros elementos además del amor sensu stricto.”
Cuando comienza una relación, amor y deseo se mezclan. La primera aventura consiste en atinar en que ambas partes lleven un interés al menos parecido. No deja de ser bastante común, que lo que para una persona constituya tan sólo un encuentro ocasional, signifique para la otra parte, el inicio de una seria relación. Las consecuencias terminan por ser lamentables. Pero aún en el caso de que amor y deseo caminen en paralelo para ambos miembros de la pareja, el camino no es fácil, no existe ningún mapa trazado de antemano. Una relación exige compromiso, y a su vez el compromiso, viene a ser como un negocio en el que hay que invertir constantemente. De lo contrario, no tardan en aparecer los números rojos. El amor responde a una de las necesidades básicas del hombre como es la de afecto y filiación, pero también hay que tener en cuenta la complejidad del mundo afectivo, en el que entran en juego, además del humor, las emociones, los sentimientos, y las pasiones. Por eso nada puede darse por seguro en una relación, por mucho contrato civil o sacramento que tercien de por medio.
Existen además, entre otros, tres peligrosos jinetes, que son seguros enemigos del amor: Uno el unirse a la otra persona sin aceptarla tal y como es, y por lo tanto creyendo que podremos cambiarla. Esto, sin mayor dilación, es una estupidez. Cada uno tenemos nuestro carácter, nuestra personalidad y arrastramos un bagaje vital.
El segundo, pretender creer que por ser posesivos, veneramos más a la pareja. Esto puede llegar a ser una patología. Cada persona necesita su espacio vital. Es necesario que junto a la construcción de una vida en común, se permita la evolución del otro y la vida propia de cada cual. Lo contrario es ahogar a la otra parte por puro egoísmo, y puede generar mucha violencia.
Y el tercero es la falta de comunicación, las cosas claras y el chocolate espeso. Eso sí, entendiendo siempre, que cada persona tiene derecho a su intimidad, y que hay asuntos de diversas índoles, que es preferible que permanezcan en el secreto personal de cada uno.Pero es necesario hablar, comunicarse, contarse, compartir vivencias... de lo contrario se van creando mundos paralelos.
Hoy no voy a alargarme más, pero más adelante seguiremos con el tema. Estoy convencida, de que solo hay dos cosas capaces de mover el mundo: el dinero y el amor. Como con el primero no me manejo demasiado bien, de momento prefiero seguir indagando en el segundo tema. Intentaré ahondar en las cuestiones planteadas y en otras que van surgiendo mientras escribo. Nada como el amor, para calentar este frío mundo en que vivimos.












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